La Toribia
La Toribia La Toribia era pequeña, peluda, suave ; tan blanda por fuera, que se diría toda de algodón. “¡Que no, que no, que nooooo!” Que ese era Platero, el de Juan Ramón Jiménez. En realidad, la Toribia, nuestra Toribia, mi burra Toribia, era entrañable, grande pero manejable, blanda y mimosa, juguetona y comprensiva, gustosa y peluda de un pelo gris como el cielo de un día nublado, con ojos grandes y negros como el pozo del cortijo, con un rebuzno tan noble como el aria de una soprano sublime. El abuelo Mauricio compró a la Toribia en la feria de ganado de Íllora, para disfrute de los nietos en el verano (en realidad nosotros fuimos los únicos nietos que pudimos disfrutar del cortijo) y ayuda de acarreo para Custodio durante todo el año. La llegada de la Toribia al cortijo fue una fiesta para Pocholín, Tito y la Pitu. Sonia y Carmen eran aún proyecto de expansión familiar cuando la Toribia llegó a nuestras vidas. Yo tenía siete años… Aún tan pequeña que par...